Hasta nuevo aviso.
un intervalo. Omar-Pascual Castillo.
(aproximaciones al proceso artístico de Martín y Sicilia, un loop en un eterno work in progress)
…la mayoría de los pintores contemporáneos que se sirven de fotografías no copian la imagen con servilismo, sino que la modifican de manera considerable.
Tony Godfrey
La pintura hoy.
Inmersos en la frenética evolución de los imaginarios del siglo XXI, en el cual, el acto de pintar se convierte irremediablemente en un gesto de resistencia, la obra del dúo autoral
Martin y Sicilia (integrado por
José Arturo Martín y
Javier Sicilia, artistas nacidos en las Islas Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, JAM en el año 1974 y JS en 1971), logra enfrentarse a estos imaginarios desde una estrategia esquiva… que se escapa de su universalismo, logrando escabullirse o escurrirse hacia un lugar más íntimo.
Ese lugar a donde el yo, aunque sea dual, se re-construye en un proceso infinito. O finito, allí cuando la muerte nos alcance. Un lugar hacia adentro que redefinen, mientras tanto, como una especie de territorialidad nómada y utópica, donde el ego es redomado por la disolución de sus fronteras (cosa que radicalmente hicieron cuando decidieron trabajar juntos hace ya más de dos décadas) para desde ahí reinventar un relato personalísimo, ficcional, pero con tintes docu-dramáticos.
Justo ahora, tras más de veinte años de su unión profesional como dúo autoral, esa especie de contrato que parece matrimonial, con todas sus consecuencias, positivas y negativas, de apegos y en medio de las marismas donde el ego es puesto en jaque por las derivas mediáticas de las redes sociales y el espejismo de su narcisismo, hoy cuando el yo se convierte en una marca que acelera el
branding de su consumo,
MyS, reinventan la nulidad en un desdoblamiento, en un yo que se colectiviza haciéndose reflejo de su generación. Un juego de todos, o quizás, un fuego de todos.
[1]
Desde sus comienzos
MyS son un caso atípico en el panorama visual nacional, no los únicos pero sí atípicos, pues en medio del
boom de la fotografía post-documental
[2], ellos optaron por investigar los caminos de la representación pictórica como lenguaje a revisar, evitando el facilismo de caer en los nuevos usos artísticos y/o profesionales de la imagen fotográfica como lenguaje de moda. Volvieron a la Pintura como reto narrativo. Desde sus inicios han ahondado -entonces- en la paradojal relación que la Pintura y la Tradición narrativa tienen, para cuestionarla frente al hecho post-fotográfico como punto de partida; pero siempre volviendo la cabeza atrás para observar de dónde viene esta mirada. Esta discusión (en los tiempos de la Vanguardia Histórica) que con los años (más de cien o ciento cincuenta, para ser precisos) se ha tornado un cordial debate, cargado de este regusto por narrar, por contar historias visualmente.
En cambio, si bien este revés fue leído localmente y luego a escala nacional como un aferramiento a no dejar de producir, por la incapacidad local (canaria)
[3], en el que la Tradición era una
escapatoria reaccionaria hacia la retaguardia[4], personalmente creo que además de sentirse influenciados por artistas de los años ochenta e inicio de los noventa que revisaban los recursos pictóricos de la pintura narrativa histórica, donde destacan nombres como Mark Tansey, Igor Kopystiansky, o Komar & Melani, Gerhard Richter, Rudolf Stingel o Luc Tuymans, los artistas tinerfeños estaban conectándose con un “espíritu de época” pictorialista que tomó su autobiografía como campo de referencias, entre quienes su inmediatez se hizo un yacimiento narrativo enriquecido para divagar en ella.
Hablo aquí de Elizabeth Peyton, Zhang Xiogang, Anthony Goicolea, Muntean & Rosenblum, Rinus Van de Verve, Titus Kaphar, Keginley Willey y Hernan Bas, o en el contexto nacional de creadores como los andaluces Juan Francisco Casas y Santiago Ydañez, o los vascos José Ramón Amondarain, Alain Iturria y Kepa Junquera
[5].
Gesto subversivo de desobediencia al orden del imaginario políticamente correcto, que algunos puristas, sobre todo los post-conceptuales, algún que otro de los tradicionales neo-historicistas, tildaron de un “deje de un infantil ombliguismo”, y otros de ser la manifestación de un “arte adolescente”, que en un narcisismo desproporcionado -como si todo narcisismo no lo fuera- negaban del pasado para centrarse frontalmente a su presente. Un arte sin ningún respeto a la Historia, pero no sin memoria, por eso optaron por narrarla desde sus fragmentos, sus micro-relatos.
[6]
Una nueva generación de pintores que desjerarquiza el discurso de la Historia de la pintura y sus relaciones adoctrinadas desde el Poder, sobre todo sus roles patriarcales, fuese político-religioso o económico burgués, y la banaliza, la baja a la profundidad de la clase media, incluso a la marginal clase obrera, esta vez con una ficción narrativa de un supuesto presente, donde el presencialismo (a través del autorretrato) de sus protagonistas nos evidencia cierto hálito vital de
carpe diem, de aquí estuvimos aferrándonos a nuestra ridícula e imperfecta cotidianidad. Dejen de ignorarnos. Estamos aquí. Y esto es lo que queda. Como diciéndonos, es muy fácil mirar atrás y no mirar al lado. Pues miramos a la redonda; generacionalmente, insertándose en la representación narrativa, como relato visual de una contemporaneidad testimonial, mucho más post-fotográfico o post-cinematográfico que post-académico. Con más pretensión de ficcionalizar, que de documentar “lo real”.
[7]
Pero tengo la sensación de que en el caso de
MyS, ellos se sienten más cercanos -a nivel de relato o vocación narrativa- a lo autobiográfico como mecanismo de resistencia. Puede que adelantándose, tal como lo hace un clarividente, a la nueva tendencia de artistas
millenials que creen en su inmediatez de manera instantánea, como si de un historial de un perfil de
instagram se tratase, como es el caso de Audun Alvestad, Patricia Renee Thomas, Monika Kim Garza, Akos Ezer, Haley Josephs, Christina Banban, o Hiba Schahbaz. Muchos de ellos, trivializando sus vidas desde una perspectiva un poco
bloggers, de cuaderno de bitácora, donde todo lo mundano se vuelca al exterior, se vomita sin pudor la intimidad como en un eterno y cíclico
reality show. Un exterior que no es sólo la pantalla y su universo táctil de aceptación y reflejo, amores y odios, sino un exterior que es la pintura en sí como un universo plano. Un lugar de re-invención del sujeto.
[8]
Sólo que contrarios a estos artistas más jóvenes que se vanaglorian en enaltecer su relajada vida de ocio y distracción, Martín y Sicilia, dudan, sospechan, ponen en peligro la ilación de sus microrelatos invadiéndonos de incertidumbre exasperante como público, como arma interrogatoria para con nosotros mismos, los espectadores.
(…) no solo por la comodidad de eludir el esfuerzo de dibujar o de pensar en una composición, sino porque la fotografía tiene la capacidad de indizar, retrata un hecho conectado directamente con la realidad y también con una secuencia temporal.
Tony Godfrey
La pintura hoy.
Martín y Sicilia trabajan en un sentido, tal vez, muy
hitchkoseano; más próximo al
suspense de “la imagen en movimiento”, como diría Deleuze para referirse al cine, la televisión o los audiovisuales informativos, ya fuesen documentales o noticieros, a lo que en nuestros días añadiríamos evidentemente, las plataformas de contenido con macro-marcas tipo Netflix, HBO, Amazon Prime, a la cabecera, y las redes sociales tipo
Facebook,
Instagram o
Youtube, en paralelo. Y a la contra de todas estas emanaciones de imaginarios infinitas,
MyS, optan también por emboscarse, huir de la incierta vida citadina para refugiarse en el interior de la foresta, como si hubiesen leído hasta la saciedad
La emboscadura de Ernst Jünger. Generándonos así cierta desconfianza en el propio relato en sí.
Ante lo que me pregunto.
¿No estarán
MyS cuestionándose las limitaciones propias del lenguaje pictórico y del arte en sí, como herramienta de salvación? ¿Salvarnos de qué, de quién, de quiénes? ¿De nosotros mismos? ¿Para qué? ¿Con qué fin? ¿Es el arte un fin o un medio? ¿O es -justo- “lo de en medio”? Lo que pasa, mientras la vida pasa. Como dijera el poeta.
Y si con hacerla (a la pintura), ahora sí ya vale. O incluso, ya valió. Así, en un pasado perfecto.
En este tiempo de cromos y virtualidades, Martín y Sicilia, se toman su
tempo. Cambian el ritmo vertiginoso, y se detienen. Paran un rato. Para perder el tiempo, esa única pérdida en cuya gratuidad estriba su riqueza. Porque el detenimiento no es un tiempo detenido, es un tiempo ralentizado, expandido, anchado para buscar en él sus interfaces, sus estructuras silenciosas, o simplemente sus silencios. Por lo visto, según la neurociencia más actual, el silencio de la meditación es uno de los recursos mediante los cuales se regeneran más neuronas.
La fotografía parece ajena al tiempo: congela un instante. La pintura carece de ese elemento indexable (…) mientras la fotografía es muda, la pintura es ruidosa con sus capas y pinceladas.
Tony Godfrey
La pintura hoy.
Puede que pintar y/o autopintarse una y otra vez sea una especie de terapia colectiva que pretende empatizar con nuestras memorias para evitar el olvido, quizás hasta los deterioros neuronales del envejecimiento, y las cada vez más frecuentes demencias seniles o el Alzheimer, esta especie de viral amnesia colectiva que el humano está sufriendo como especie, como hipotética reacción a una posible irresponsabilidad en su vida vivida, que nos da por anularlo todo. Borrarlo todo. Y hacer borrón y cuenta nueva, aún cuando sea una cuenta vieja, una cuenta viejísima.
¿Quizás pintar sea la cura?
Volver a detenernos.
Pintar sea el remedio contra el paso voraz del tiempo.
Miren
Altamira. Ahí sigue, tres milenios después de estar pintada.
Y eso que en aquel entonces no existían todos los procesos de sofisticación del lenguaje pictórico que hoy día existen.
Escoger el instante de eternidad que
Altamira ofrece, ante la vertiginosidad absurda de un instante de fugacidad en Internet, un simple
link, un
pixel, un
metadato cuantificable, elegir esto. Un registro vital. Una parada.
Un
entre corchetado en el tiempo.
El tiempo en el que te obliga a ser leída una pincelada. Aún cuando esa pincelada, se esté borrando a sí misma.
Tal vez, porque Martín y Sicilia a ciencia cierta saben que la Pintura siempre calla, nunca grita. La pintura te obliga a reflexionar, mínimo en un ¿cómo está hecho esto? ¿Qué tiempo ocupó el artista para hacerlo?
[9]
Una pincelada pictórica (o un trazo dibujístico) que como la lectura textual, te obliga a imaginar. A darle riendas a tu imaginación, a no quedarte en la obviedad de la historia narrada, porque cada historia no está cerrada, está abierta.
Aún cuando sea una pequeña apertura en un circulo cerrado que simula un grillete. Una esclava, le llamaban en Cuba a esas joyas para adornar las muñecas. Esas Cs, abiertas que nos sugieren ser la C de conciencia, corazón o culo.
Y hago esta salvedad, que puede sonar hasta grosera, porque creo ciertamente que lo pictórico tiene mucho de ese proceso de descenso de lo racional a lo escatológico, de lo cerebral a lo sensorial, tiene de ese esfuerzo que significa el cortejo, la seducción y luego el sexo, para más tarde erigir sobre ese territorio, un lugar para el amor. Al menos un terreno fértil para su práctica. De ahí su carisma adictivo.
Conviene señalar además que raras veces trabajan a partir de fotografías magníficas o famosas; tienden a decantarse por instantáneas de aficionados o imágenes incompletas en apariencias.
Tony Godfrey
La pintura hoy.
Por ello,
un intervalo es un proyecto que curatorialmente nace desde dos puntos de vista. O dos pilares fundacionales. Primero demostrar que el trabajo pictórico-dibujístico de Martín y Sicilia, así como el de casi todos los artistas que “usan la imagen fotográfica” como punto de partida, es mucho más sofisticado que tomar (o tomarse) una fotografía cualquiera, recortarla un poco para ensamblarla a la manera collage o que los actuales programas informáticos de digitalización, construcción y reconstrucción de la imagen del paquete
Adobe, proyectarla sobre un soporte y pintarla (y/o dibujarla). De ahí la intención de desnudamiento del proceso. La intención de mostrar la tramoya de la complicada puesta en escena que es la obra pictórica. Y por ende, con la exhibición de la obra
Álbum Familiar, 1995-2019, en la que se muestra el arduo procedimiento de sedimentación, selección y edición de imágenes está mucho mas cercana a un cuidado proceso de destilación, que al ludismo azaroso de una retahíla de imágenes mundanas. Sólo tenemos que hacer una pequeña ecuación aritmética. En estos más de veinte años de trabajo como dúo artístico, Martín y Sicilia, han producido concibiéndolas como obras terminadas entre pinturas, fotografías, dibujos e instalaciones, o al menos obras exhibidas, a pesar de ser susceptibles a ser alteradas en cada versión de su nuevo montaje, un total de entre ochocientas y mil piezas. Teniendo en cuenta que muchas de ellas son secuencias, mosaicos, o montajes instalativos integrados por varias piezas recortadas
[10] que se integran en una sola. Comprobado el hecho de que
Álbum Familiar, nos permite el acceso acerca de cinco mil fotografías, de una selección de cerca de quince mil, esto significa que el proceso de trabajo de
MyS, es de una depuración absoluta. En un trabajo de pre-producción exquisito. Demostrándose así que no es por tanto, un simple divertimento juvenil narcisista, es un rastreo ficcional -dilatado en el tiempo de más de dos décadas- sobre nuestras obsesiones y miedos, nuestros anhelos y frustraciones, nuestra falta de un territorio firme para afrontar la realidad, tal cual. En estos
tiempos líquidos, diría Bauman, casi un imposible.
En cambio, nada es un imposible en el campo de la ficción. Desde ahí podemos subvertir todos los roles. Los roles del arte, los roles del mercado, los roles del campo del arte como campo de poderes fácticos, o los roles del poder mismo, el patriarcado y el falocentrismo, donde el macho alfa bajo el disfraz del héroe sigue intentando controlar la manada, sólo que esta manada se ha convertido en un animal social, cívico, mucho más sofisticado que su visceral y ancestral brutalismo, este es un animal social refinado, elegante, aburguesado, puesto en ridículo. Quien sabe como metáfora o analogía directa. ¿O es que acaso no hacemos constantemente el ridículo?
Y la segunda premisa, es menos procesual sino puramente curatorial, necesitábamos que la muestra se mostrase editable, fungible, efímera, siendo literal en tanto que es
un intervalo. Una muestra del revés, de detrás de la cámara, detrás de bastidores, desde dentro de la pantalla, una muestra pre-pantalla. Un dispositivo capaz de contraerse o expandirse, así como lo hace la prolífera creación de Martín y Sicilia. Una muestra que invita a torcer la mirada y mirar la segunda cara de la moneda. Aún cuando ese lugar nos sea desconocido y de ese nuevo conocimiento nazca un nuevo estado liminal. Posiblemente el comienzo de algo, aún cuando ese algo nazca de un vacío, o un proceso de vaciamiento, de corte terapéutico. Fruto de un renacimiento o una regeneración -en plan clonado- algo
Gestalt, pudiéramos decir.
De ahí que hagan un guiño a cierto fatalismo, cierto deje post-apocalíptico como estrategia de distracción, a cierto aire que desemboca en un ego fallido, bicéfalo que se disfraza una y otra vez y trabaja sobre la idea de la nulidad y la teatralidad en un tiempo extrovertido, narcisista,
fake, como divertimiento crítico que pone en jaque los paradigmas pre-establecidos de “la Vanguardia y la Contemporaneidad” (sobre todo, tras el auge del conceptualismo como ideograma canónico y
episteme máximo) en un tiempo permeado por el tiempo pasado, o quizás… impregnado hasta de su pestilente tufo.
Siendo así, el presente proyecto nace tras más de una década de investigación y relaciones profesionales y humanas, puede que incluso saldando una deuda pendiente, suerte por la que opta por disentir, irse por la deriva de la no obviedad, el subterfugio, el retruécano, el giro inesperado, el punto de mira de un Hitchcock curatorial
[11],
un intervalo se plantea como un deconstructor (en términos prácticos y estructurales) trabajo curatorial -histórico pero no retrospectivo- que reúne por primera vez un conjunto de piezas
site specifics (delimitadas según el espacio expositivo que deberán realizar los artistas i
n situ), que son relativamente características dentro del prolífero trabajo de
MyS; pero en esta ocasión, desviando la atención de sus lecturas post-críticas del arte, del lenguaje en sí de la imagen a través de lo fotográfico hecho archivo, gigantografía o póster gratuito que el público se lleve (como soslayado homenaje a Félix González Torres), y centrándose en la recreación de la ruina y la descripción / emancipatoria del paisaje como solución a nuestras carencias y sueños.
Mucho más preocupados por des-narrar que por narrar.
[12] Al menos esta vez.
Como salida utópica de nuestra propia destrucción, paremos un segundo, tomémonos un tiempo, un intervalo, un
break… así, en
spanglish. Como cuando tomamos una siesta, o el descanso que implica tomarse el aperitivo de una tapa. Exquisita, por supuesto, bien hecha como manda la nueva cocina fusión española. O lo contrario, cargada de ese conocimiento ancestral que es la tradición culinaria ibérica.
Parar para volver a empezar de cero.
Aún, cuando ese “cero” puede que sea un imposible, a día de hoy.
Omar-Pascual Castillo
Las Palmas de Gran Canaria, España
Primavera / Verano de
2019.
[1] Síntoma, el del asociacionismo, o el trabajo en colectividad como respuestas a la egolatría fallida de los ochenta, que renace en la década de los noventa, después del resurgimiento de los británicos
Gilbert & George, los canadienses pero berlineses de residencia
General Art Idea, entre quienes se fraguan dúos y colectivos autorales como los de los franceses
Pierre et Gilles, los rusos
AES+F, los neoyorquinos
Tim Rollins & K.O.S, los cubanos
Los Carpinteros (integrados en un principio por tres artistas, luego dos, hasta que recientemente se disolvieron), los indios
Raqs Media Collective, los nórdicos
Elmgreen e Dragset, los daneses
A Kassen, o el peculiar proyecto del brasileño neoyorquino
Assume Vivid Astro Focus, quien acostumbra a invitar cómplices en múltiples proyectos, o agrupaciones más recientes como la neoyorquina
Bruce Higth Quality Foundation, los argentinos
Mondongo, o como Carlos Rolón, de origen boricua afincado en Chicago, quien bajo la firma de
DZINE, invita a músicos o artistas callejeros a proyectos específicos, o el
Atelier Morales, con quienes comparten galería mexicana, por nombrar sólo unos cuantos. Una tendencia que repercutió en el contexto español donde se crearon el
Colectivo El Perro, luego
Democracia, junto a los
PSJM,
Basurama, o la desaparecida
The Richard Channin Foundation, formada por los andaluces Miki Leal, Juan de Junco y Fer Clemente, actualmente todos en solitario. Por tanto,
MyS no son un caso aislado. Aunque sí hemos de decir que en el contexto canario, la pujanza de
MyS puede que haya sido el catalizador para que nacieran parejas posteriores como las armadas por Bea Lecuona y Oscar Hernández; Israel Pérez y María Requena; Juanjo Valencia y Lena Peñate.
Una generación que crece y madura en plural, en colectivo, dijo recientemente el comisario y crítico de arte Sema D´Acosta en declaración a
El país. Sólo que como curiosidad, Martin y Sicilia, no son pareja, no son una familia, ni novios, son sólo amigos,
partners libremente asociados de una sociedad autoral sin ataduras, con lo cual su durabilidad y fortaleza se argumenta sobre otras estructuras, otros resortes y herramientas muchas más próximas a la compatibilidad, al completamiento de un sujeto utópico dual, bicéfalo.
[2] Por si no lo recuerdan, quizás sea propicio citar la escena de finales del siglo XX en España, en la cual las nuevas tecnologías de producción industrial de la fotografía y el audiovisual, había desplazado la grandilocuencia presencial de lo pictórico. Escena, donde destacaron nombres como Joan Fontcuberta, Alberto García-Alix, Javier y Valentin Vallhonrat, Cristina García Rodero, Manuel Villariño, Lucía Muñoz, Daniel Canogar, Hannah Collins, Chema Madoz, Sergio y Raúl Belinchón, Montserrat Soto, Carmela García, Eulallia Valldosera, Ana Teresa Ortega, Bleda y Rosa, Mabel Palacín, Cabello/Carceller, Carles Congost, Aitor Ortiz, Pierre Goonrd, o Juan Manuel Ballester, aunque en aquel entonces practicaba mucho más la pintura de sus propias imágenes. Gracias a esta profesionalización de la producción de la fotografía a gran escala fue el
Boom de la Fotografía Artística con el respaldo de figuras internacionales como Jeff Wall, Cindy Sherman, Thomas Ruff, Candida Hoffer, Andrés Serrano, Wolfgang Tillmans, Yasumasa Morimura, o Andrea Gusky. Por eso “Pintar” era un gesto de valentía, y actualmente continúa siéndolo.
[3] Para que nos ubiquemos en situación aporto un dato contrastado por mi experiencia como productor de proyectos expositivos. A día de hoy, en las Islas Canarias existen únicamente un par de laboratorios fotográficos que se han actualizado y profesionalizado lo suficiente para producir, léase imprimir, fotografías de gran escala. Sólo que esa gran escala no sobrepasa los 150 cm de ancho de la imagen, con lo cual, tampoco estamos a nivel del resto del territorio nacional de España, ni mucho menos Europa o Estados Unidos. Por otro lado, un pedazo de tela, carboncillos y papel, pintura acrílica, barnices, brochas y pinceles + un bastidor de madera, siempre será más barato que cualquier papel fotográfico y el coste de su impresión, sea en el sistema que sea, analógico y/o digital, y su adecuado y profesional enmarcado, en madera o metal, con su soporte de dibond o aluminio y su cristal museo o metacrilato encapsulado.
[4] No me extraña así que el pensador, comisario y ensayista Iván de la Nuez apoyase el trabajo de
MyS desde que los conoció a través del comisario cubano-americano Dennys Matos y el artista cubano-alemán Juan Miguel Pozo, porque son el perfecto ejemplo de lo que años más tarde materializó como un ideario en su ensayo:
Teoría de la Retaguardia. Cómo sobrevivir al Arte Contemporáneo (y a casi todo lo demás), publicado por Ediciones Consonni, de Bilbao, España, en el año 2018.
[5] En el contexto iberoamericano muchos artistas interesados en los lenguajes contemporáneos de la pintura optaron por dialogar a favor de la imagen fotográfica, no sólo estos nombres, recuerdo así a bote pronto a Carlos Salazar y Marcos Mujica (Colombia), Siméon Saiz, Enrique Marty, Juan Manuel Ballester, Chema López, Pablo y Hugo Alonso, Rómulo Celdrán, Chus García-Fraile, Irene Sánchez Moreno, Antonio Montalvo y Paco Pomet (España), Gustavo Acosta, Arturo Cuenca, José Ángel Toirac y Raúl Cordero (Cuba), Bruno Pacheco (Portugal), Francis Alÿs, Héctor Falcón y Víctor Rodríguez (México), entre otros.
[6] Digan lo que digan los historiadores, críticos, artistas coetáneos y pensadores locales y nacionales, visto desde fuera nos es obvio que, el éxito comercial medianamente alcanzado por
MyS en sus frecuentes participaciones en ferias internacionales como ARCO, MACO o ARMORY SHOW, los convirtió en un paradigma. Un modelo a seguir que de alguna manera influyó en visualizar una posible salida al localismo, hasta tal punto que vivieron más de una década entre Madrid y Berlín, tras exponer en Johannesburgo, México, Nueva York, Palma de Mallorca, Barcelona, Vitoria o La Habana, ciudad en la que han sido invitados a su famosa Bienal, una de las más prestigiosas del continente americano, en tres ocasiones. Un cambio de paradigma que desembocó en lo que años más tarde se conoce como
La Escuela de La Laguna, donde junto con otros artífices destacan los nombres de Pipo Hernández, Miguel Ángel Pascual, Francho (Francisco Castro), José Otero, el primer Ubay Murillo, Alby Álamo, Juanjo Valencia, Cristóbal Tabares, Federico García Trujillo, RoRo, Noelia Villena, Raúl Artiles, Idaira del Castillo, Davinia Jiménez o Moneiba Lemes.
Aún cuando desde la condición insular esta visibilidad exterior se sobredimensiona e idealiza, la carrera de
MyS, sí ha estado acompañada de esa agenda y/o esta cobertura. Lo cual, la hace una carrera periférica, un poco estrábica, alejada del centro, más hacia afuera que hacia adentro, más proyectada hacia América Latina que hacia Madrid, contraria a cómo es su relato y proceso artístico introvertido, su carrera sí es un
rizoma expandido, un bucle de extroversión.
Un campo rizomático que comparten generosamente. A tal punto de crear junto a Leandro Betancort, Pipo Hernández, Miguel Ángel Pascual, Karina Beltrán y Alexis W, entre otros, un eventual espacio de visibilidad extrema en las fechas de ARCO en su edificio de Reina 39, convirtiéndolo en un espacio para exhibir a artistas canarios, nacionales e internacionales, justo en el momento de mayor flujo e interés en las Artes Visuales en la capital del país.
[7] Algo que hicieron además, hablando de Historia del Arte, los fundacionales impresionistas franceses y los prusianos expresionistas, hace más un siglo. Dejar huella de la
bohemia Vida Moderna. Plasmar su decadencia, su lado no amable. Su matiz no bello, más allá del canon de belleza de finales del siglo XIX e inicios del XX. O más recientemente, maestros hiperrealistas como Chuck Close o el irreverente post-moderno alemán Martin Kippenberger, entre muchos otros.
[8] Siempre he pensado que esta tendencia supera las trabas acomplejadas de dialogar con la industria publicitaria cartelística que el
Pop propuso como punto de partida, pero revisitándola para desmembrarla de su acidez, y hacerla superficial sobre la que “ilustrar su vida”, una pintura quizás
soft, blandita, a veces ñoña, justo por la planicie de su poca enjundia matérica, su falta de agresividad gestual, una pintura contenida, sin mal carácter, más bien lo contrario, jovial y lúdica. Una tendencia sobre la que el expansivo desarrollo del
grafitti y la nueva ilustración post-digital, así como el aplanamiento visual de las pantallas, marcó su huella, sin duda alguna.
[9] Un posicionamiento al hecho pictórico que además es muy español en sus raíces porque está cargado de todo el conocimiento de la pintura barroca española, y su vez, de su tozudez, su cabezonería, su perseverancia, su tenacidad. Una tenacidad acorde con quienes no lo tiene tan fácil para caer en los tecnicismos y prefieren embarrarse en las tradiciones modernizándolas. Como diría un amigo, “el español de naturaleza es cabezón”, refiriéndose a su perseverante carácter obstinado y tenaz.
[10] El uso del recurso de realizar recortadas figuras pintadas sobre madera, o sobre un soporte rígido, para tridimensionalizar el hecho pictórico expandiéndolo espacialmente, es un síntoma característico del hacer de
MyS desde hace más de dos décadas, pero que curiosamente los conectan con artistas de la talla del norteamericano Robert Longo, con quien comparten cierto gusto por una representación contemporánea del individuo burgués, o con el maestro cubano Manuel Mendive, o la británica Lubaina Himid, premiada con el Turner del año 2017.
[11] Mucho más tras poder disfrutar de su excelente exhibición antológica, itinerante por el archipiélago canario en salas como el Instituto Canarias Cabrera Pinto de San Cristóbal de La Laguna, el Centro de Arte La Regenta de Las Palmas de Gran Canaria o el Centro Juan Ismael de Fuerteventura, comisariada de un modo riguroso y preciso por Fernando Gómez de la Cuesta, bajo el sólido título
The Handbook of Concepts.
[12] Cuando en el año 2013,
MyS realizaron la primera versión de su pieza
Dele color al difunto, una instalación mural en la que pintaban en la pared frontal de la galería Artizar un paisaje neo-romántico típico canario para ser re-pintado de blanco por sus figuras recortadas, me vino a la mente inevitablemente la obra
Triumph over Maestry II de Mark Tansey, una pieza del lejano año 1987, y me dio una pequeña frustración porque un par de meses antes habíamos producido
ON PAINTING (prácticas pictóricas actuales… más allá de la pintura o más acá) en la que participaron por supuesto, pero no con esa joya… en cambio cuando cinco años después me presentaron la primera idea de
Dele color al difunto remake II, en la que simulaban tachar de blanco -en esa especie de
tachonismo invertido, así en blanco- el depósito de un museo repleto de obras tempranas suyas, su valentía desembocó en este descanso, como un gesto ineludible de madurez, de esa “madurez colectiva” de la que hablase D´Acosta. Regalándome así, el pretexto curatorial perfecto para este proyecto.